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Fray Bartolomé de las Casas Las Casas tuvo importantes ideas de filosofía política, influenciadas más por autores medievales y antiguos que por autores de su época. A través de su labor práctica intento resolver la cuestión central de de la ciencia política: ¿qué es lo que hace legítima la dominación política?, y en concreto, ¿qué es lo que hacía justa la dominación española de las Indias? Escribió numerosas obras sobre este tema, entre las que destaca su Tratado comprobatorio del Imperio soberano y principado universal de los Reyes de Castilla y León tienen sobre las Indias (1552). Sus teorías políticas versan sobre tres temas fundamentales:
En conclusión, a Las Casas no le interesó el sentido teórico y filosófico de los textos como a otros autores contemporáneos a él, sino su valor práctico. Las Casas desde sus ideas de teología moral y de principios iusnaturalistas de influencia aristotélica busco defender una sola idea práctica: la defensa de los indios. Juan Ginés de Sepúlveda Aunque se ha ofrecido una visión imperialista y de defensa de la esclavitud de Sepúlveda, lo cierto es que se trata de un hombre renacentista con una aspiración: la realización de la idea del “uomo universalis” a partir de la preeminencia cultural del Cristianismo. Dos son los obra principales de Sepúlveda:
La gran polémica entre Sepúlveda y Las Casas: La Junta de Valladolid (1550-51) En los años 1550 y 1551 surgió una polémica entre Las Casas y Sepúlveda en torno a una cuestión: ¿era justo hacer la guerra a los indios naturales del Nuevo Mundo? Esta disputa tiene su origen en un hecho: en 1550 Carlos I decide suspender temporalmente todas las conquistas en el Nuevo Mundo hasta que una Junta especial de teólogos y juristas decidieran sobre el método de llevarlas a cabo. En este contexto surge la polémica, aunque no era la 1 º vez que se planteaba semejante cuestión: un discurso en 1551 de Fray Antón de Montesino en el que se plantea la legitimidad de las conquistas provocó los primeros intentos de responder a la cuestión, que en la mayoría de los casos ponían el acento en la concesión papal de los territorios al rey español y justificaban la conquista en la necesidad de convertir a los indios. Por tanto, aunque el interés en la controversia se agudizaba por la rivalidad personal entre Sepúlveda y Las Casas, el tema central se reconoce como anterior y mucho más amplio: ¿era injusto o injusto el método actual –de carácter bélico- de llevar a cabo las conquistas en América? No obstante la polémica se centro en temas más concretos:
Lo cierto es que la Junta de Valladolid no llegó a ningún consenso concreto, ya que Las Casas interpretó que habían vencido sus tesis, aunque no habían podido ejecutarse en la práctica, y Sepúlveda interpretó que sus tesis fueron mayoritarias entre los participantes de la Junta y entre los conquistadores que se encontraban en las Indias (a pesar de que sus libros no fueron conocidos y editados hasta muchos años después). Lo cierto es que las conquistas prosiguieron bajo el auspicio del rey, aunque las ideas de Las Casas en defensa de los indios (cuya idea principal se resume en la frase “todas las gentes del mundo son hombres”) influyeron en mayor medida que las de las Casas a tenor de lo ocurrido en la conquista de Filipinas de 1570 o la ley arquetipo de 1573 sobre nuevos descubrimientos. TEMA 7 La razón filosófica y la espiritualidad mística del siglo XVI: San Juan de la Cruz. Problemas generales y aspectos específicos de la “falsa” decadencia de España en el siglo XVII La contemplación mística supone la más perfecta realización del conocimiento religioso y se caracteriza por: es un conocer excepcional aunque no anormal (permanece en el campo de la fe, aunque muestra la realidad de una manera nueva), es un contemplar pasivo que tiene su ppo. en Dios, trasciende las cosas sensibles, las representaciones intelectuales y los velos de la realidad a través de una unión plena de amor con Dios (no a través de razonamientos). Los grandes místicos de la historia son: Eckhart, Juan Tablero, Enrique Suso, Juan Ruisbroeck, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. En España la mística tuvo su apogeo en el siglo XVI, aunque en siglos anteriores ya hubo un apogeo de autores espirituales cristianos, gracias al impulso de la Reconquista y al surgimiento de las órdenes religiosas. Destacan dos autores: París Juan Gerson (1363-1429) y Nicolás de Cusa (¿-1464). Pero no será hasta el siglo XVI cuando España se convierta en el centro europeo de la espiritualidad cristina con figuras como Ignacio de Loyola (1491-1556), Teresa de Jesús (1515-1582) y Juan de la Cruz (1542-1591). Los factores que permitieron este apogeo espiritual en España fueron: el final de la Reconquista y la unificación de España, la expansión por América y por Europa (Países Bajos, Italia, Imperio..), aparición de grandes centros universitarios de estudio (Salamanca, Valladolid, Lisboa…), la incorporación de los estudios humanísticos a los centros intelectuales, aparición de ordenes mendicantes (franciscanos, dominicos, agustinos, carmelitas…), traducción de la Biblia a la lengua del pueblo (castellano, catalán, portugués). Los factores concretos que permitieron el surgimiento de la mística hispana durante el siglo XVI fueron: se desarrolla la renovación teológica de la reforma católica, la religión se manifiesta en todas las manifestaciones culturales (música, pintura, escultura…), se reforman las órdenes mendicantes y surge la orden de los jesuitas, surgen ciertos movimientos religiosos como el “iluminismo” (considerados heréticos por intentar reformar la Iglesia y por caracterizarse por defender una espiritualidad basada en el recogimiento y el dejamiento, la cual era contraria en muchos casos a la espiritualidad de la ortodoxia católica y cercana a las tesis luteranas), la consideración de España como uno de los centros desde los que había que impulsar las tesis de la contrarreforma católica. En cualquier caso el siglo XVI supuso un gran apogeo de la mística española, caracterizada por una defensa de la oración y la contemplación como parte fundamental de la vida activa del hombre, y no será hasta finales del siglo XVII cuando decaiga debido al surgimiento de corrientes escolásticas y pre-ilustradas, que darán mayor relevancia al conocimiento por encima de la contemplación. San Juan de la Cruz (1542-1591) Tres son las fases principales de su trayectoria intelectual: 1. seglar (realiza servicios para la Iglesia a favor de los enfermos y realiza estudios de humanidades con los jesuitas) / 2. Carmelita (estudia filosofía y teología y conoce a Santa Teresa, que influye en su trayectoria posterior) / 3. Carmelita descalzo (lleva a la práctica la vida reformada que aprende de Sta. Teresa, lo cual le lleva a grandes problemas con la Iglesia. Es la época en la que escribe sus grandes obras de contenido místico). Su vida se desarrolla en la segunda mitad del siglo XVI, en el periodo de mayor plenitud de la espiritualidad española; en su caso concreto en un ambiente religioso-espiritual caracterizado por: la orden de los carmelitas, la gran influencia de la espiritualidad basada en la contemplación promulgada por Sta. Teresa, la Biblia como fuente primera de su obra escrita (para San Juan la Biblia es la fuente de la verdad, es la guía que debe seguir la Iglesia). Dado el carácter secundario que daba San Juan a su labor como escritor su obra es breve y, en el caso de sus grandes obras, inconclusa; podemos dividir su obra en 2 grandes grupos: escritos breves (poesía -2 romances, 5 poemas y cinco glosas-, dichos de luz y amor, cautelas y cuatro avisos –normas para la convivencia religiosa-, epistolario) / obras mayores (Subida del Monte Carmelo, Noche Oscura, Cántico espiritual, Llama de amor viva). El tema principal de la obra de San Juan es el camino de unión con Dios, el movimiento de vida que debe seguir el alma para llegar a Dios, teniendo en cuenta que: no se puede imponer a todas las almas el mismo camino, ya que hay que salvaguardar la libertad individual, aunque hay que exponer una serie de directrices generales. En cualquier caso, la unión de amor con Dios debe ser siempre el ppo. y la meta del camino, ya que San Juan centra toda la vida cristiana en la noción de “unidad”. Hay que tener en cuenta que aunque esta unión sea la meta, no por ello el camino deja de tener valor, ya que el camino es ya unión, es ya purificación e interiorización del alma. También cabe destacar que este camino a Dios se realiza siempre por el camino del amor, siendo el factor intelectual algo secundario (aunque no por ello sin ningún valor). Toda la existencia cristiana queda penetrada por la unión y se convierte en vida teleogal, ahora bien esta unión no es un don de la naturaleza o algo ya dado sino que hay que realizarla, y hay que hay realizarla a través de una serie de medios (aquellas realidades que Dios ha querido utilizar para comunicarse con el hombre: Jesucristo, la fe, el amor, la esperanza…), los cuales se caracterizan por: son simples medios (no hay que caer en el riesgo de absolutizarlos y tratarlos como fin de la vida cristiana), evolucionan porque Dios puede utilizar en un periodo de la historia o de la vida de una persona medios que no utiliza en otro. El trazado del camino no debe caracterizarse por la inmediatez, sino que debe ser lento y gradual, ya que tiene lugar en el tiempo y debe ser guiado por la economía divina. El camino pasa por varias fases caracterizadas por la alternancia de momentos de alivio con tiempos decisivos de transformación y de mayor dinamismo, de modo que cada fase implica un nuevo modo de vivir la entera realidad. Lo peculiar de San Juan es que logra sintetizar en su persona la labor de místico, director espiritual, teólogo y poeta; de modo que expone a la vez que elabora y reflexiona sobre sus propias experiencias. El propósito central de sus escritos es transmitir el contenido de la experiencia mística, es decir su manera particular en que se manifiestan por fe y amor los contenidos de la revelación, pero ese carácter particular de sus experiencias no impide que pueda ejercer desde ellas una labor como teólogo y educador espiritual para otros. San Juan no sólo describe sus experiencias, sino que también las clasifica y las valora como teólogo, sin embargo, en su labor como educador espiritual (“mistagogo”) no da normas prácticas sino que se limita a exponer el misterio de Dios desde sus propias a experiencias y a instar a que constituya la meta y el contenido del camino (San Juan no describe su propio camino, no describe su propia experiencia práctica, sino que se limita a exponer el contenido y la meta que debe seguir el camino: el misterio de Dios). Esto le permite ser un gran teólogo, aunque no desde el lenguaje conceptual de las escuelas, sino a través del lenguaje lírico: San Juan uno de los que más ha penetrado en los misterios de Dios, sin necesidad de caer en el intelectualismo. San Juan intenta hallar el camino medio entre hacer entenderse y decir algo que corresponda a la verdad integral que transmite y a al modo como él la conoce y experimenta. Esto implica que su lenguaje se caracterice por: la experiencia que intenta contar (la experiencia mística) es inefable (el místico sabe que no puede expresar toda su verdad, pero subraya esta inefabilidad cuando intenta expresarla, instando al lector a que no se quede en las palabras y vaya más allá), importancia del símbolo (permite conectar y tener experiencia de la realidad divina y la realidad creada, destacan tres símbolos en la obra sanjuaniana: noche, matrimonio y llama), utilización del lenguaje como un medio de expresión de sus experiencias (ausencia de recursos retóricos). En cualquier caso el propósito fundamental de San Juan en sus escritos no es el de moralizar a sus lectores sino escribir sobre las grandes realidades (Dios, el hombre, la existencia…) desde una expresión lingüística de gran calidad que, aunque tiene limitaciones (procedentes de la elección del poema como modo de expresión y de su propio contexto cultural y de su propia mentalidad como hombre del siglo XVI), es un lenguaje abierto a todos y que busca la creatividad del lector, sin menospreciar por ello la sobriedad intelectual y el intento de mantenerse en contacto con la realidad de cada uno (y no solamente con la intención y la experiencia de San Juan de La Cruz). |