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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ G ![]() Su formación literaria es autodidáctica, abandona los estudios regulares y lee desordenadamente, pero con aprovechamiento de las experiencias de los autores anglo-estadounidenses. Trabaja por ese tiempo en su función periodística hasta las dos o tres de la mañana, luego escribe algunas páginas de alguno de sus libros. Fuma hasta cuarenta cigarrillos diarios, todo eso mina su salud y por eso más adelante cambia su manera de vivir. Cuando tiene alrededor de veintisiete años de edad publica su primera novela “La hojarasca”. Al poco tiempo se va a vivir a París, luego viaja por la Europa Oriental conociendo muchos países hasta volver a su Colombia; para por circunstancias de su carrera, este autor ganador de un premio Nóbel de literatura seguir viajando. Se considera y quizás sea cierto, que “Cien años de soledad” es la cumbre de su producción literaria, el valor de los libros se juzga en función a su resistencia en el tiempo, y puede ser que otras generaciones valoren sus obras de distinta manera. De todas formas lo escrito por García Márquez es de excelente calidad. Existe en alguna de sus obras como en “Relato de un náufrago”, el cual cabe destacar fue un hecho real con un fondo de acusaciones políticas, de denuncia, un sentido de lucha, amor por la vida, se palpa también amor por su continente. En narraciones como las precipitadas puede penetrarse en un realismo mágico. Está expresión es utilizada para referirse a un tipo de narrativa hispanoamericana que, superando los procedimientos del realismo y el positivismo filosófico, crea un peculiar realismo en el que considera al hombre y su entorno inmersos en un mundo de fantasías y de misterio. Márquez recoge de la vanguardia la superación del perjuicio racionalista, consistente en creer que la realidad es solo cognoscible a través de la observación, de la lógica y el razonamiento de la conciencia. El realismo mágico no se propone un alejamiento de la realidad, sino instalarse en el pensamiento indígena preexistente y sacar partido de su concepción mágica del mundo. Funde la prosa y la poesía revalorizando las potencialidades metafóricas del lenguaje frente a la mera descripción de la realidad. Aunque varios son los estilos y caminos que puede adoptar este autor. Es un innovador, un buscador continuo de experiencias sociales, fantásticas y artísticas siempre renovadas. Márquez posee un gran sentido de la narración, haciendo precisión de los detalles. Utilizando un lenguaje cuidado con una extrema concisión, heredada de su actividad en el periodismo y de su lectura de autores norteamericanos se caracteriza por la ausencia de ornamentos en sus narraciones. En su obra hay personajes que se repiten, aparecen y reaparecen, situaciones similares, ámbitos iguales. El trópico, el calor y la lluvia son elementos recurrentes. Casi todas sus obras se desarrollan en Macondo o en el “pueblo” innominado. Sus personajes suelen ser solitarios y esta soledad es opuesta a la solidaridad, los personajes femeninos son fuertes, sólidos de buen temple. Las mujeres están más adaptadas a la realidad que los hombres, ellos son soñadores, débiles y caprichosos. Aparece siempre un reflejo de la violencia que ha vivido Colombia, sobre todo en relación a la opresión que política. Rasgos de estilo
Macondo es un lugar de intenso calor, cenagoso, lleno de historias fantásticas, acontecimientos milagrosos, magia, leyenda. Sus habitantes viven en la soledad y el aburrimiento, alimentando viejos odios. El tiempo parece detenido. Merton ha dicho que MACONDO es el microcosmos del mundo entero. El nombre es conocido para Márquez porque en Aracataca, cu ciudad natal había una finca de bananos que tenía ese nombre. El pueblo: es más real que Macondo. Sus habitantes están frustrados y solitarios viven dominados por el rencor, la desconfianza, las murmuraciones, en un asfixiante clima de opresión.
Gabriel García Márquez: yo sigo pensando que el problema de la Literatura es un problema de comunicación con el lector, y creo que la forma más sencilla y sobria no solo es la más eficaz sino la más difícil. Gabriel García Márquez (1969) “Creo que si uno sabe mirar, lo cotidiano puede ser de veras extraordinario. La realidad cotidiana es mágica pero la gente ha perdido su ingenuidad y ya no le presta atención. Yo encuentro correlaciones increíbles en todas partes” Obra “Cien años de soledad” (fragmento) “ ![]() ![]() ![]() ![]() ESPANTOS DE AGOSTO (Gabriel García Márquez) L ![]() -Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan. Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente. Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo. -El más grande -sentenció- fue Ludovico. Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor. El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico. Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio. Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar. M ![]() Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. "Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos". Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita Ejercicios
M ![]() (Barcelona, Venezuela, 1908 - Caracas, 1985) Poeta, novelista y periodista venezolano, uno de los máximos exponentes de la literatura social en su país. Miguel Otero Silva participó activamente en las revueltas estudiantiles de febrero de 1928 y también en la conspiración militar del 7 de abril de ese año y la aventura, al año siguiente, de una proyectada invasión por las costas de Falcón. Estos fueron los síntomas anunciadores de lo que iba a ser su actitud vital más constante: una pasión genuina por la justicia social, la insumisión ante las tiranías, la fe en las posibilidades de transformación de la sociedad venezolana. |