Muamar el Gadafi fue asesinado




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Ingresamos a las Naciones Unidas porque pensamos que éramos iguales, sólo para comprobar que un país puede objetar todas las decisiones que adoptemos. ¿Quién le dio a los Estados miembros permanentes del Consejo de Seguridad esa condición? Cuatro de ellos se concedieron esa condición ellos mismos. El único país que nosotros en esta Asamblea elegimos con la condición de Estado miembro permanente en el Consejo de Seguridad es China. Ello se hizo democráticamente, pero los demás puestos se nos impusieron de manera no democrática a través de un procedimiento dictatorial llevado a cabo en contra de nuestra voluntad, y no debemos aceptarlo.
La reforma del Consejo de Seguridad que necesitamos no es la de un aumento en el número de miembros, lo que sólo empeoraría las cosas. Para utilizar una expresión común, muchas manos en un plato tocan a arrebato. Añadiría leña al fuego. Se empeorarían las cosas sencillamente aumentando más países grandes a los que ya disfrutan de su condición de miembros del Consejo. Sencillamente perpetuaría la proliferación de las superpotencias. Por consiguiente, rechazamos que se aumente el número de puestos permanentes. La solución no es contar con más puestos permanentes, lo que sería muy peligroso. Aumentar las superpotencias aplastaría a los pueblos de los países pequeños, vulnerables y del tercer mundo, que se están agrupando en lo que se ha denominado el Grupo de los 100. Cien países pequeños que se unen en un foro que un miembro ha denominado el Foro de los Países Pequeños.
Esos países serían aplastados por las superpotencias si se concede a nuevos países grandes la condición de miembros del Consejo de Seguridad. Esa puerta debe cerrarse; lo rechazamos enérgica y categóricamente. El aumento de los puestos del Consejo de Seguridad aumentaría la pobreza, la injusticia y la tensión a nivel mundial, así como la gran competencia entre ciertos países como Italia, Alemania, Indonesia, India, el Pakistán, Filipinas, Japón, Brasil, Nigeria, Argentina, Argelia, Libia, Egipto, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Tanzanía, Turquía, Irán, Grecia y Ucrania. Todos esos países procurarían un puesto en el Consejo de Seguridad, haciendo que su composición sea casi tan grande como la de la Asamblea General y dando lugar a una competencia poco práctica.
¿Cuál podría ser la solución? La solución es que la Asamblea General adopte una resolución vinculante bajo la dirección del Sr. Treki sobre la base de la voluntad de la mayoría de los miembros de la Asamblea sin tener presente las consideraciones de ningún otro órgano. La solución es cerrar el ingreso de nuevos Estados como miembros del Consejo de Seguridad. Este tema figura en el programa de la Asamblea General en este período de sesiones presidido por el Sr. Treki. La condición de miembro a través de las uniones y el traspaso de mandatos deben sustituir otras propuestas.
Debemos centrarnos en el logro de la democracia sobre la base de la igualdad de los Estados Miembros. Debe haber igualdad entre los Estados Miembros y los poderes y mandatos del Consejo de Seguridad deben transferirse a la Asamblea General. La condición de miembros debe ser para las uniones, no los Estados. El aumento del número de Estados Miembros daría derecho a todos los países a tener un puesto, de conformidad con el espíritu del Preámbulo de la Carta.
Ningún país podría negarle a Italia, por ejemplo, un puesto en el Consejo si se le diera un puesto a Alemania. Por poner un ejemplo, Italia podría decir que Alemania fue un país agresor y derrotado en la segunda guerra mundial. Si diéramos un puesto a la India, el Pakistán diría que es también un país nuclear y merece un puesto, y esos dos países están en guerra. Esa sería una situación peligrosa. Si diéramos un puesto al Japón, entonces tendríamos que dar uno a Indonesia, el país musulmán más grande del mundo. Luego Turquía, el Irán y Ucrania plantearían la misma exigencia. ¿Qué podríamos decir a la Argentina o al Brasil? Libia merece un puesto por sus esfuerzos al servicio de la seguridad mundial al descartar el programa de armas de destrucción en masa. Luego Sudáfrica, Tanzanía y Ucrania exigirían lo mismo. Todos esos países son importantes. Se deben cerrar las puertas a la condición de miembros del Consejo de Seguridad.
Ese enfoque es falso, una ardid que se ha planteado. Si queremos reformar a las Naciones Unidas, aumentar las superpotencias no es la manera. La solución es promover la democracia a nivel del congreso general del mundo, la Asamblea General, a la que se le deben transferir los poderes del Consejo de Seguridad. El Consejo de Seguridad se convertiría sencillamente en un instrumento para aplicar las decisiones adoptadas por la Asamblea General, que sería el parlamento, la asamblea legislativa, del mundo.
Esta Asamblea es nuestro foro democrático y el Consejo de Seguridad debería responder ante ella, no debemos aceptar la situación actual. Estos son los legisladores de los Miembros de las Naciones Unidas, y sus resoluciones deben ser vinculantes. Se dice que la Asamblea General debe hacer todo lo que recomiende el Consejo de Seguridad. Por el contrario, el Consejo de Seguridad debe hacer todo lo que decida la Asamblea General. Estas son las Naciones Unidas, la Asamblea formada por 192 países. No es el Consejo de Seguridad, que sólo cuenta con 15 de los Estados Miembros.
¿Cómo podemos estar satisfechos con la paz y la seguridad mundiales si el mundo entero está controlado por tan sólo cinco países? Somos 192 naciones y países, somos como el Speaker’s Corner de Hyde Park, en Londres. Simplemente hablamos y nadie ejecuta nuestras decisiones. Somos un simple elemento decorativo, sin ninguna importancia real. Somos el Speaker’s Corner, nada más y nada menos. Pronunciamos discursos y desaparecemos. Eso es lo que somos en estos momentos.
Cuando el Consejo de Seguridad se convierta únicamente en un órgano ejecutivo de las resoluciones aprobadas por la Asamblea General, no habrá competencia para ser miembro del Consejo. Cuando el Consejo de Seguridad se convierta en un instrumento para la aplicación de las resoluciones de la Asamblea General, ya no será necesaria la competencia. El Consejo de Seguridad debería, simplemente, representar a todas las naciones. De conformidad con la propuesta presentada a la Asamblea General, en el Consejo de Seguridad habría puestos permanentes para todas las uniones y todos los grupos de países.
Los 27 países de la Unión Europea deberían tener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad. Los países de la Unión Africana deberían tener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad. Los países de América Latina y de la ASEAN deberían tener puestos permanentes. La Federación de Rusia y los Estados Unidos de América ya son miembros permanentes del Consejo de Seguridad. La Comunidad del África Meridional para el Desarrollo (SADC), cuando se haya establecido del todo, debería tener un puesto permanente. Los 22 países de la Liga de los Estados Árabes deberían tener un puesto permanente. Los 57 países de la Organización de la Conferencia Islámica deberían tener un puesto permanente. Los 118 países del Movimiento de los Países No Alineados deberían tener un puesto permanente.
También está el Grupo de los 100; quizá los países pequeños deberían también tener un puesto permanente. Quizá también podría asignarse un puesto permanente a los países no incluidos en las uniones que he mencionado para que lo ocupen por rotación, cada seis o doce meses. Estoy pensando en países como el Japón o Australia, que no pertenecen a organizaciones como la ASEAN, o la Federación de Rusia, que no es miembro de las uniones europeas, latinoamericanas o africanas. Esa sería una solución para ellos si el voto de la Asamblea General fuera favorable.
La cuestión es de vital importancia. Como ya se ha mencionado, la Asamblea General es el Congreso y el Parlamento del mundo, el líder mundial. Somos las naciones, y no reconoceremos a nadie que esté fuera de la Asamblea General. El Presidente de la Asamblea, Sr. Ali Abdussalam Treki, y el Secretario General, Sr. Ban Ki-moon, elaborarán el proyecto jurídico y crearán los comités necesarios para someter esta propuesta a votación, a saber, que a partir de ahora el Consejo de Seguridad esté formado por uniones de naciones. De este modo, tendremos justicia y democracia, y ya no tendremos un Consejo de Seguridad formado por países que han sido elegidos por tener armas nucleares, economías ricas o tecnología de avanzada. Eso es terrorismo. No podemos permitir que el Consejo de Seguridad sea dirigido por superpotencias; eso es terrorismo en sí mismo y por sí solo.
Si queremos que el mundo esté unido, sea seguro y pacífico, eso es lo que debemos hacer. Si queremos seguir viviendo en un mundo en guerra, ustedes eligen. Seguiremos teniendo conflictos y luchando hasta el día del juicio final o hasta el fin del mundo. Todos los miembros del Consejo de Seguridad deben poder ejercer el derecho de veto; de lo contrario, deberíamos eliminar totalmente el concepto del veto con esta nueva formación del Consejo. Ese sería un verdadero Consejo de Seguridad. Según las nuevas propuestas presentadas a la Asamblea General, se trataría de un consejo ejecutivo controlado por la Asamblea General, que tendría el verdadero poder y dictaría todas las reglas.
De este modo, todos los países estarían en pie de igualdad en el Consejo de Seguridad, como ya lo están en la Asamblea General. En la Asamblea General se nos trata a todos por igual, como miembros y en las votaciones. Lo mismo debería ocurrir en el Consejo de Seguridad. Actualmente, un país tiene derecho de veto, otro no lo tiene; un país es miembro permanente, otro no lo es. No deberíamos aceptarlo ni aceptar ninguna resolución aprobada por el Consejo de Seguridad con su composición actual. Estuvimos sometidos a tutela; fuimos colonizados y ahora somos independientes. Hoy estamos aquí para decidir el futuro del mundo en forma democrática, a fin de que se mantengan la paz y la seguridad de todas las naciones, grandes y pequeñas, en pie de igualdad. Lo contrario equivale al terrorismo, puesto que terrorismo no es sólo Al-Qaida, sino que puede adoptar otras formas.
Deberíamos guiarnos exclusivamente por la mayoría de votos en la Asamblea General. Si la Asamblea General adopta una decisión por votación, habría que acatar sus deseos y ejecutar sus decisiones. Nadie está por encima de la Asamblea General; quien diga que está por encima de la Asamblea General, debería abandonar las Naciones Unidas e ir por su cuenta. La democracia no es para los ricos ni para los más poderosos, ni para quienes practican el terrorismo. Todas las naciones deberían estar en pie de igualdad y deberían ser consideradas iguales.
Actualmente, el Consejo de Seguridad es feudalismo de seguridad, feudalismo político para quienes ocupan puestos permanentes, puestos que los protegen y ellos utilizan contra nosotros. No debería llamarse Consejo de Seguridad, sino Consejo del terror. En nuestra vida política, recurren al Consejo de Seguridad cuando tienen que utilizarlo contra nosotros. Si no necesitan hacerlo, no le hacen caso. Si tienen algún interés que promover, respetan y ensalzan la Carta de las Naciones Unidas, recurren al Capítulo VII de la Carta y lo usan contra las naciones pobres. No obstante, si desean violar la Carta, no la tienen en cuenta, como si no existiera.
Conceder el derecho de veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad a los que tienen el poder es una injusticia y un acto terrorista, y no deberíamos tolerarlo. No deberíamos vivir a la sombra de esta injusticia y del terror.
Las superpotencias tienen intereses mundiales complejos y usan el derecho de veto para proteger esos intereses. Por ejemplo, en el Consejo de Seguridad usan el poderío de las Naciones Unidas para proteger sus intereses y aterrorizar e intimidar al tercer mundo haciendo que viva bajo la sombra del terror.
Desde el principio, a partir de su creación en 1945, el Consejo de Seguridad no ha brindado seguridad. Por el contrario, ha sembrado el terror y aplicado sanciones. Se usa solamente contra nosotros. Por esta razón, ya no estaremos comprometidos a aplicar las resoluciones del Consejo de Seguridad después de este discurso, que marca el cuadragésimo aniversario.
Han estallado 65 guerras: ya sean luchas entre países pequeños o guerras de agresión libradas por las superpotencias contra nosotros. El Consejo de Seguridad, en flagrante violación de la Carta de las Naciones Unidas, no adoptó medidas para poner fin a estas guerras o actos de agresión contra pueblos y naciones pequeños.
La Asamblea General se pronunciará sobre una serie de propuestas históricas. Actuamos unidos o nos fragmentaremos. Si cada nación fuera a tener su propia versión de la Asamblea General, del Consejo de Seguridad y de los diversos instrumentos, y si fuera a estar en un pie de igualdad, las Potencias que actualmente ocupan los puestos permanentes se verían limitadas a usar sus propios órganos soberanos, ya sean tres o cuatro, y tendrían que ejercer sus derechos contra ellas mismas. Eso no es de nuestra incumbencia.
Si quieren conservar sus puestos permanentes, eso está bien; los puestos permanentes no nos incumben. Nunca nos someteremos a su control o a su ejercicio del derecho de veto que se les ha otorgado. No somos tan necios como para dar el derecho de veto a las superpotencias para que lo usen de modo que puedan tratarnos como ciudadanos de segunda clase y como naciones marginadas. No somos nosotros quienes decidimos que esos países son superpotencias y naciones respetadas que tienen la facultad de actuar en nombre de 192 países.
Los miembros deben estar plenamente conscientes de que hacemos caso omiso de las resoluciones del Consejo de Seguridad porque esas resoluciones se usan solamente contra nosotros y no contra las superpotencias que tienen puestos permanentes y el derecho de veto. Esas Potencias nunca usan ninguna resolución en contra de sí mismas.
Sin embargo, usan las resoluciones contra nosotros. Esa aplicación ha convertido a las Naciones Unidas en una parodia de sí mismas y ha generado guerras y violaciones de la soberanía de Estados independientes. Ha causado la comisión de crímenes y genocidios. Todo esto transgrediendo la Carta de las Naciones Unidas.
Ya que nadie presta atención al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, cada país y cada comunidad ha establecido su propio consejo de seguridad, y el Consejo de Seguridad de aquí ha quedado aislado.
La Unión Africana ya ha creado su propio Consejo de Paz y Seguridad, la Unión Europea ya ha creado un consejo de seguridad y los países de Asia ya han creado su propio consejo de seguridad. En breve, América Latina tendrá su propio consejo de seguridad, como lo tendrán las 120 naciones no alineadas.
Esto significa que ya hemos perdido confianza en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que no nos ha garantizado la seguridad, y por eso ahora estamos creando nuevos consejos regionales de seguridad.
No estamos comprometidos a obedecer las normas o las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su modalidad actual porque es antidemocrático, dictatorial e injusto. Nadie puede forzarnos a adherirnos al Consejo de Seguridad o a obedecer o a cumplir con sus resoluciones u órdenes emitidas por el Consejo de Seguridad en su composición actual.
Además, no se respeta a las Naciones Unidas y a la Asamblea General, órgano que actualmente constituye las verdaderas Naciones Unidas, pero cuyas resoluciones no son vinculantes. Las decisiones de la Corte Internacional de Justicia, el órgano internacional de justicia, apuntan solamente a los países pequeños y a las naciones del tercer mundo. Los países poderosos eluden las decisiones de la Corte. O, si las decisiones judiciales se adoptan en contra de estos países poderosos, no se los obliga a cumplirlas.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) es un organismo importante dentro de las Naciones Unidas. Sin embargo, los países poderosos no le rinden cuentas o no se someten a su jurisdicción. Hemos descubierto que el OIEA se usa únicamente contra nosotros. Se nos ha dicho que es un organismo internacional pero, si ese es el caso, entonces todos los países del mundo deberían estar bajo su jurisdicción. Si no es verdaderamente internacional, entonces inmediatamente después de este discurso ya no deberíamos aceptarlo y deberíamos clausurarlo.
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